“Ser inteligente en un mundo cambiante
supone captar sus valores éticos y estéticos y saber desenvolverse en él con
autoconfianza, autocontrol y empatía. En la era de la información, la
inteligencia no sólo utiliza conocimientos acumulados para conseguir un fin,
que son la solución de esos problemas de nuestra era; sino también, como dice
J.A. Marina, «como una actividad creadora de información e inventora de los
propios fines». Más importante que «saber» es «aprender» e, incluso, «aprender
a aprender». Hoy, como dice Alvin Toffler, «no es iletrada la persona que no
sabe leer, lo es la persona que no sabe aprender».
El «aprender» y el «aprender a aprender»,
requieren motivación, voluntad, esfuerzo, trabajo propio y compromiso, hasta
llegar a la última fase de «aprender a querer aprender» que exige la era de la
información. En el nuevo ideal científico, con la modelización iconológica y
fractal, a diferencia de los modelos abstractos y deductivos, el aprendizaje
viene dado más por los hábitos de paciencia y concentración adquiridos en el
intento de solución de cualquier problema. El «saber hacer» de dicha era debe
dejar paso al «saber convertirse en», convertirse en inmigrantes del nuevo
territorio de la sociedad del aprendizaje caracterizada por lo multicultural,
por el pluralismo metodológico, donde los valores morales dejan de ser exógenos
para constituir un logro colectivo. Todo ello requiere que el sistema educativo
inicie, cuanto antes, el itinerario del aprendizaje de capacidades”.